Para Berta





Naciste un 4 de marzo.
Los bosques y los ríos susurraron tu nombre.
El monte cantó tus consignas, y la gente siguió —y sigue— tus pasos.

Te asesinaron ingenuamente, creyendo que tu lucha y tu memoria desaparecerían.
Te mataron vilmente un 2 de marzo, sin imaginar que tu vida se encendería cada día en quienes siguen luchando.
El bosque y los ríos siguen pariendo tus ideas.
Tu fuego combativo no se apaga.

Justicia para Berta.

El 2 de marzo de 2016, Berta —nuestra Berta— fue asesinada por las trasnacionales y el Estado de Honduras.
Dos días después se celebra su natalicio. Como si la justicia, en un gesto poético, nos recordara que su lucha, su memoria, su vida, su amor, su tierra, sus ríos y su pueblo renacen cada año con espíritu inquebrantable.

Berta no fue solo una defensora del medio ambiente. Fue una representante del pueblo Lenca, una de las pocas comunidades originarias que sobrevivieron al reajuste colonial español.
Según William V. Davidson, hoy apenas el 5% de la población hondureña conserva herencia indo-hispánica. Ese 5% sigue siendo desplazado por transnacionales, un Estado corrupto y una población ladina que invade sus territorios y cercena sus derechos.
Estas comunidades luchan cada día por la vida, por un lugar, por justicia.

Nuestra historia está marcada por violaciones a los derechos humanos, desalojos y asesinatos de quienes defienden lo justo.
Como escribió Neruda:

“Cuando Jehová reparte la tierra a Coca-Cola Inc., Anaconda, Ford Motors y otras entidades”.

En Honduras, esa entrega sigue ocurriendo. Solo que ahora los nombres son otros: DESA, Grupo INTUR, Indura, y muchas más.

“En nuestras cosmovisiones somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz.
De los ríos somos custodios ancestrales, el pueblo Lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida, de múltiples formas, por la defensa de los ríos es dar la vida por el bien de la humanidad y del planeta.”

—Berta Cáceres

Te llaman las aves.
Te llaman los ríos, las piedras y los árboles.
Todo susurra tu nombre.

Te quisieron borrar, pero no pudieron.
Tu voz sigue aquí.
Tu canto, tus sueños, tus esperanzas.

Te veo en los rostros de las niñas y niños Lencas.
Te veo también en los ojos de nuestros ancestros.
Pero, sobre todo, te veo en el fuego de quienes aún luchan.

Tu trascendencia desborda márgenes y fronteras.
Te he visto en grafitis, en carteles, en revistas,
en cada medio visual y oral que mantiene viva tu memoria.

Tu legado sigue inspirando —me sigue inspirando— a no renunciar.
A entregar la vida por las causas justas.
Porque esta generación también es de lucha.
Esta generación también es Berta.

Me faltan las palabras.
Siento un nudo en la garganta cada vez que llega esta fecha.
Tu historia entera tiene algo de poesía, de realismo mágico que abruma.

En tu última entrevista, sentí que las aves te llamaban.
Tu mirada era firme, tu sonrisa imponente.
Hasta el lugar de tu entierro tiene nombre de consigna: La Esperanza.
Qué mejor sitio para custodiar tu memoria.

Tegucigalpa, 2 de marzo de 2018
Por Daniel Valladares

 


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