EL cuervo, una pesadilla nocturna
Cuando abrí los ojos estaba dentro de un sueño camina en medio de un paraje sombrío ausente de colores, grises en su totalidad, privado de alegría o de la más mínima tranquilidad; todo era sombrío de un gris sucio y pesado, un aura de temor invadía cada paso que yo y mis acompañantes dábamos, acompañantes a los cuales percibía como familiares, pero no podía ver sus rostros, pero era ineludible que me sentía acompañado con sus presencias. Era difuso saber en dónde nos encontrábamos o a donde nos dirigíamos, pero algo era seguro que abandonábamos una vivienda donde lo rural y la ciudad se entrelazaban y nos dirigíamos a un páramo de lo desconocido. A medida caminábamos una presencia indecible que manifestaba la ausencia de la felicidad y una incertidumbre que caía desde la garganta hasta los pies, los más aterradores pensamientos tomaban forma corpórea en sonidos y formas espeluznantes. De repente, algo despertó nuestros sentidos, una alerta se asomaba desde nuestro int