EL cuervo, una pesadilla nocturna
Cuando abrí los ojos estaba
dentro de un sueño camina en medio de un paraje sombrío ausente de colores, grises en su totalidad, privado de alegría o de la más mínima tranquilidad; todo era sombrío de un gris sucio y pesado, un aura de temor invadía cada paso
que yo y mis acompañantes dábamos, acompañantes a los cuales percibía como
familiares, pero no podía ver sus rostros, pero era ineludible que me sentía
acompañado con sus presencias.
Era difuso saber en dónde nos
encontrábamos o a donde nos dirigíamos, pero algo era seguro que abandonábamos
una vivienda donde lo rural y la ciudad se entrelazaban y nos dirigíamos a un páramo
de lo desconocido.
A medida caminábamos una
presencia indecible que manifestaba la ausencia de la felicidad y una
incertidumbre que caía desde la garganta hasta los pies, los más aterradores
pensamientos tomaban forma corpórea en sonidos y formas espeluznantes.
De repente, algo despertó
nuestros sentidos, una alerta se asomaba desde nuestro interior, las dos
personas que acompañaban mi sendero también sentían en horror lejano, y desde
lo lejos ¡un sonido¡ nos erizo la piel,
era un graznido de un cuervo que se apropiaba del lugar de donde veníamos, ese
poderoso estruendo sacudió cada uno de nuestras fibras musculares, cada vez que
graznaba nos sacaba del curso que recorríamos poniendo nuestras miradas
únicamente en aquel ser de inimaginable oscuridad y miseria que trasmitía desde
lejos.
Nos detuvimos, estábamos
paralizados del miedo, la vivienda que habíamos dejado se mezclaba con la fauna; una fauna de un verde tan oscuro como las mismas tinieblas esa misma estructura
boscosa se empezaba a mezclar con la casa y el cuervo demoliendo simiente por simiente,
para que posteriormente en la sima del árbol emergiera una torre de vigilancia
repleta de tinieblas.
Tinieblas que se posaron sobre nosotros bajo la forma del cuervo, de pronto el ave empezó mover sus plumas agitándolas de tal manera que las
sombras empezaron a de desmoronar cada partícula que estaba cercana; todo ese
artilugio devoraba hasta la misma luz que se posaba sobre él.
Cuando volvió a graznar de una manera
más fuerte que las anteriores, nos observó, poniendo sus enormes ojos sobre nosotros,
una mirada de vigilancia inclaudicable que trasmitía la sensación de la muerte
pese a que sus ojos eran tan negros como la misma profundidad, podíamos sentir
que nos devoraban lentamente.
En un instante sentía que no
había escapatoria que estamos atados en ese lugar, de pronto nuestros pies se pudieron
mover para lograr escapar de los ojos del córvido, pero cada paso que dábamos lo
sentíamos más y más cerca, la mismísima maldad era lo único que pudimos pensar
en ese momento que mal augurio estaremos a punto de sufrir
Inmediatamente desperté buscando
en mis sabanas refugio de tal sueño, pero lo único que pude sentir en esa
madrugada fue una angustiosa soledad y desesperación. Desde esa noche cada vez que
duermo miro en la ventana una silueta del pájaro me recuerda que el fin está cerca.
Comentarios
Publicar un comentario