Hecho en Casa
Este país está herido; sangra y
cuando lo hace se lleva de colada a todas las personas que se encuentre en su
paso; solo nos queda tragarnos la realidad y tratar de seguir con nuestras
vidas. Todavía no entiendo cómo podemos lidiar con todo esto, con toda esta vorágine
en la que vivimos, y ante todo incapaces de poder cambiar nuestra realidad.
Me gustaría que un post o un tweet cambiaran el mundo, pero
recuerdo que es la realidad, esta realidad decorada de muerte y desesperanza,
trituradora de sueños y promesas; y lo peor de todo que nos sentimos cómodos; cómodos
con la muerte, con las violaciones, con la corrupción, ese rastro de comodidad
que nos hace querer ir a masturbarnos para olvidarnos de todo y fingir que tuvimos
un orgasmo, para pensar que estamos o estaremos felices, fingiendo que somos
habitantes del primer mundo , con aspiraciones de influencer para convencer
al mundo de que mi vida no es ordinaria y es super “cool”.
Olvidarme que vivo en el tercer
mundo, que vivo en una colonia entre el filo del peligro y la seguridad, de que
las cervezas incluso me saben a muerte y que la policía nos mata y tortura, olvidarme
de todo, para creer que soy blanco o blanca para tomarme un puto ¡Chai! tomarle
una foto y subirla a Instagram, mientras mis amigos y amigas mueren asfixiados
por los gases lacrimógenos.
Hoy 2 de noviembre “día de los muertos”
me cae el recordatorio que tres estudiantes fueron asesinados por la policía o
los escuadrones de la muerte del gobierno, ¡Orwell escribió nuestras vidas! lo peor
de todo es que nunca los conocí, ni conoceré, nunca estaremos juntos tomando un
café o una cerveza, para hablar de política o simplemente mirarnos a los ojos y
sonreír como grandes amigos, pero no es así, la realidad es que el gobierno los mató a ellos y ellas, mató sus
sueños, llevando la felicidad de sus familias, enterrándolos con dolor mientras
él comemierda del presidente y todos los mal paridos del gobierno están en sus
camas viendo Netflix o fornicando con su sed de superioridad,- pensado en que
todos nosotros somos pendejos.
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